Los papeles que hay sobre la mesa a mi
derecha empiezan a volarse. Intuyo que detrás de mi hay una venta abierta que está causando este
revuelo. Algunos papeles empiezan a esparcirse por el suelo.
Pero yo no puedo apartar la mirada de la
suya.
Finalmente, él rompe contacto visual
conmigo para mirar a la ventana. Empieza a caminar hacia ella,
pasando justo por mi lado pero sin tocarme. Un segundo después oigo el crujido
de la ventana al cerrarse y aún ni siquiera he conseguido moverme.
Gerard vuelve a pasar por mi lado a grandes zancadas, sin mirarme. Y como si no estuviera allí sale por la puerta.
Pestañeo un par de veces y pongo mi mejor
cara de no-entiendo-nada. Luego recuerdo que hay una niña justo a mi lado
esperando ser enseñada, así que salgo de mi estado de shock y me doy la vuelta para
verla.
—¡Lucie! Bueno, ¿dónde tienes pensado que trabajemos? —pregunto, ya que estoy en territorio desconocido.
—Podemos ir a mi cuarto, allí tengo algo
de material.
—Perfecto, enséñame el camino.
Sin perder tiempo, ella empieza a moverse
por los pasillos hasta que llegamos a una puerta que tiene un cartel muy bonito con su
nombre.
—¿Lo has dibujado tú, Lucie?
—Si— contesta, moviendo la cabeza.
Bueno, esta niña tiene talento.
Ella
abre la puerta y entramos a un cuarto bastante grande con las paredes
pintadas de blanco. No esta decorada como lo debería tener una niña de su
edad, pero por lo que sea, yo ya sabía que no iba a tener su cuarto
pintado de rosa con todo lleno de cosas rosas. Intuición femenina. Tengo
montones de eso.
Nos ponemos manos a la obra. Le sugiero que me enseñe otros de sus dibujos, para hacerme una idea. Luego le doy un lápiz de mina blanda, especial para dibujo, que había traído y la pido que dibuje un pequeño florero que hay en una de sus
estanterías. Le enseño a medir, que es imprescindible para que un dibujo quede encuadrado y proporcionado en el papel.
La hora pasa volando y ella lo
hace bien para una chica de su edad. Justo cuando me estoy despidiendo de ella, su padre asoma la cabeza por la puerta.
—Hola chicas, ya hemos llegado, ¿qué tal
fue la clase?
—Bien, todo fue perfecto, ahora ya me
iba— sonrío y me levanto de mi asiento.
—¡Papá! Fue genial, aprendí un montón. —Lucie
se pone de pié y le muestra el florero que dibujó. Noto la mirada de orgullo de
Charlie. Él sabe que su hija tiene talento.
—Bueno, fue un placer —digo, mientras
camino hacia la puerta— ¿mañana estaré aquí otra vez a la misma hora? — mi tono sonó como una pregunta, aunque quería hacer una afirmación.
—Claro, a Lucie le encantaría hacer esto
dos veces por semana, y los mejores días para ella son sábado y domingo.
—Perfecto, mañana os veo, entonces. —Doy
un adiós con mi mano, sin saber qué otra cosa hacer o decir y me encamino hacia
la puerta de salida.
El domingo fue una repetición del
sábado, a la excepción de una cosa. No hubo rastro de Gerard.
-
Por desgracia el fin de semana se había
terminado y estoy sentada en el metro, a dos paradas del infierno.
Sé que debería dejar de quejarme sobre
el instituto, pero me parece una pérdida de tiempo. Y sé que en realidad no lo
es. Sinceramente yo entiendo que tenemos que ir al instituto, tampoco hay que
ser un inculto, ¿pero someternos a tal presión con tantos exámenes? Encima, todo
cuesta mucho más si te es dificil concentrarte para estudiar, y sobre todo si después de estudiar
aun así suspendes, o cuando no consigues aprendértelo todo y te sientes
culpable. Hay personas así, como yo, y luego hay personas que les da igual
suspender y no tienen cargo de conciencia. Admiro a esas personas, los
ignorantes. Qué fácil sería vivir de la ignorancia.
Salgo del metro y está Jack esperando.
Abre los brazos para mí cuando me ve y yo camino hacia ellos. Le devuelvo el
abrazo, aunque le noto un poco tenso.
—¿Te pasa algo, Jack? —le acaricio la
espalda y me separo para mirarle a los ojos. Él aparta la mirada. Algo está
mal.
Se queda unos segundos sin decir nada y
decido intervenir porque noto que no está preparado para decir lo que tenga que
decir. No quiero presionarlo. Él no me presiona a mi.
—Da igual, ya me lo contarás, ahora
vamos al instituto. —Le cojo de la mano y el me besa la frente.
—Gracias —murmura contra mi pelo.
Hago una media sonrisa y empiezo a
caminar, arrastrándolo conmigo.
En uno de los intercambios de clase,
Melanie se acerca a mi mesa y se sienta en ella.
—Tuve un despertar de mierda, —se
coloca unos mechones de pelo rubio que se han salido de su coleta— cuando he ido a desayunar, he tirado la maldita leche fuera del vaso porque prácticamente me he
quedado dormida por unos segundos mientras la echaba. Luego lo he limpiado todo
y ya no me daba tiempo a desayunar, y adivina que.
—¿Te mueres de hambre? —pregunté, quería
al menos darle el beneficio de la duda.
—¡MUCHO MÁS QUE ESO!—su cabeza cae hacia atrás y suspira— No entiendo
estas personas que consiguen sobrevivir sin desayunar.
Sonrío ampliamente, estoy de acuerdo con
ella.
—Solo hay personas que no tienen tanto
apetito como nosotras Mel, tienes que entender eso.
—Lo se —sonríe y luego salta de la
mesa— definitivamente voy a dejar de pensar en comida.
—No te engañes a ti misma —le guiño el ojo.
Ella suelta una carcajada y luego se va
caminando hacia su sitio.
El resto de la mañana pasa
tranquilamente y cuando suena el timbre Anna, Mel y yo vamos al comedor.
No veo a ninguno de los chicos, pero
nosotras cogemos la comida y no sentamos en el sitio usual. Al poco rato aparecen Roy y Jack, que hablan sobre algo que han dado en clase.
Cuando ellos han terminado de
hablar, Jack me mira y se inclina hacia mí.
—Estoy preparado para decirte lo de esta mañana, cuando
terminemos de comer —susurra en mi odio.
Asiento y continuamos comiendo y
hablado. Intento no pensar en lo que podría decirme. Más bien no quiero pensar
en nada, así que solo me limito a comer.
Cuando termino, más o menos a la vez que
el resto, Roy, Mel y Anna se despiden dejándonos a Jack y a mi solos en la
mesa. Él se levanta y me coge de la mano llevándome fuera del instituto.
Cuando hemos subido la calle hacia el metro en un muy incómodo silencio, me
apoyo en la pared donde solemos despedirnos algunas veces.
—Soy toda oídos —no quiero sonar borde,
pero no saber lo que está pensando me pone muy nerviosa.
—Vio... —cierra los ojos y arruga la
frente, mala señal —hay una cosa que tenía que haberte dicho hace unos días
pero…
Suspiro en respuesta y hago un gesto con
la mano para que continúe.
—Me voy del país.
Me separo de la pared en la que estoy
apoyada como si ahora quemara.
Ladeo mi cabeza y me quito las gafas de
sol, ahora es más importante el contacto visual.
—¿Qué? —es lo primero que vino a mi
mente.
—Es por el trabajo de mi padre. Ya
sabías que esto pasaría algún día.
Ahora ya no estoy nerviosa, ahora estoy
cabreada. Mucho.
Doy un paso hacia delante cubriendo el
espacio que nos separaba. Voy a decir algo, voy a gritar, voy soltar palabras
sin filtro. Pero no lo hago. Muerdo mi lengua.
—¿Cuándo te vas?
—Mañana.
¿Comenté antes que estaba cabreada? Pues
ahora bien podría estarme convirtiendo en Hulk. Un Hulk cabreado.
—¡Y SE PUEDE SABER A CUANDO ESPERABAS DECÍRMELO! ¿A QUE YA TE HUBIERAS IDO? —le agarro por las solapas de su chaqueta
y lo empujo contra la pared que tenía detrás mío, que ahora estaba detrás suyo.
Mantuve mi agarre en él.
Puede que tenga un poco de problemas de ira.
Pero solo la dejo salir cuando es justificado. Y ahora es justificado.
—¿Es eso verdad?, ¿no ibas a decirmelo?, ¿pero te di pena en el último momento? —le miré fijamente a los ojos. Maldita
sea. Solo encontré dolor en ellos.
Agarra suavemente mis manos que están
en puños en su pecho.
—¿Puedo explicártelo, por favor?
Suelto mi agarre.
—Lo sé desde hace una semana. Mi padre
me dijo que su trabajo tenía que trasladarse a Francia urgentemente. Así que como ya sabes
si mi padre se mueve, la familia entera se mueve. No tengo ni voz ni voto en
eso —toma una bocanada de aire y continua— la razón por la que no te lo he
dicho antes es porque… Violet, yo no quería que estuvieras triste la última semana que me
vieras. O que te enfadaras y me dejaras, o cualquier otra cosa. Yo quería
que todo siguiera tan perfecto como hasta ahora.
Mis ojos se empañan.
—Vio, lo que he pasado contigo estos
meses no lo voy a olvidar nunca, y te juro que no mentiría si te dijera que han
sido los mejores meses de mi vida —puso sus manos en mi nuca y juntó su frente
con la mía— pero tengo que decirte adiós.
Cerré mis ojos con fuerza para contener
las lágrimas.
—Te quiero Jack —es lo único que logro
decir.
—Yo también te quiero —me besa,le
beso y me dejo llevar, porque este será nuestro último beso. Abro mi boca para
él y él la abre para mí. No quiero que este beso termine. Pero lo hace.
—Adiós Violet —besa mi sien y luego mi
frente.
Paso mis ojos por toda su cara. No
quiero olvidar como es.
—Adiós Jack.
Cierro mis ojos. No se por cuando
tiempo. Cuando los abro una lágrima cae por mi cara y después otra. Ya no hay rastro de Jack.
Pero si lo hay de otra persona. En la
acera de enfrente.
Gerard está apoyado contra la pared,
fumando. Mirándome.
Me vuelvo a poner las gafas de sol y
empiezo a caminar a ningún sitio.