lunes, 11 de marzo de 2013

Capítulo uno



—Simplemente fue un accidente —y ahí estaba otra vez, la mirada de pobre-chica-extraviada-sin-remedio. Dios, estaba harta. 

—Pero querida, yo solo quiero ayudarte y lo primero que has de hacer es reconocer tus errores para poder trabajar con ellos y solucionarlos.

No. Lo primero que has de hacer tu es dejarme en paz y creerme. 

—Pero el problema está en que solo fue un accidente —repito —no trataba de suicidarme. 

He podido decir esto unas trescientas mil veces, pero no me cree, nadie me cree.También el problema estaba en que mi padre, único aportador de dinero en nuestra pequeña familia, andaba escaso de dinero y claramente no le llegaba el presupuesto para un psicólogo de mayor rango que esta. Por ello me había tocado a la Dra. Libpleon que debía ser la psicóloga más lerda de la ciudad. Yo lo siento, está claro que ella tiene su carrera y todo, pero no es mi culpa que ella y yo no nos entendamos, eso es todo. También puede que influya que tenga un aire a Dolores Umbridge, la tan repelente profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras en Harry Potter. Seguro que la recuerdan, toda de rosa y como una pesadilla.

—Pero querida, —deja de llamarme querida, no soy tu querida —que aparecieras tirada en el cuarto de baño con toda la muñeca ensangrentada me indica lo contrario. 

Sip, eso es cierto, pero que mi padre se empeñara en tener un mini cactus  como planta decorativa en el cuarto de baño no es mi culpa. 

—Dra. Libpleon, solo resbalé y me fui a sostener de alguna manera y mi brazo chocó contra el cactus, que provocó mis heridas, sinceramente fue solo eso lo que pasó, nada más. ­—De nuevo, la mirada de pobre-chica-extraviada-sin-remedio. Me cansé, tenía que salir de esa pequeña sala cuanto antes. ­­ 

—De todos modos, me parece que la sesión se ha terminado y yo tengo que llegar a un sitio cuanto antes ya que de lo contrario me cortarán en pedazitos y —fuerzo una enorme sonrisa —no quiero que eso pase ya que no quiero morir. 

Espero que capte la indirecta. Ella se quita las gafas y las deja sobre su mini escritorio organizado.

—Muy bien, entonces, hemos terminado, espero que vuelvas por aquí para seguir progresando. —Me sonríe. 

No encanto, antes que volver a este lugar me suicido, y esta vez de verdad. Me levanto ágilmente de la silla de este tejido que odio  tanto, terciopelo, hago un saludo a modo de despedida con la mano, fuerzo otra sonrisa y en menos de cinco segundos ya estoy fuera, libre, al fin. 

Justo antes de salir del recibidor acomodo mi gorra en la cabeza y pongo mis gafas de sol ante mis ojos, que aunque fuera no haya apenas sol, yo he de prevenir por si acaso, como siempre dice mi padre. Esto lo hago porque tengo un poco de alergia al sol, nada preocupante, pero mi padre tan protector como siempre me lleva poniendo gafas de sol y corra desde que tengo uso de conciencia. Yo le comprendo, en más de una ocasión me han salido sarpullidos bastante feos y no muy agradables de soportar, así que solo me pongo la gorra, camino por las sombras y en verano me aso de calor con ropa de invierno. Las gafas son porque por lo visto, el sol me odia de todos los modos posibles y quiere que mis ojos sufran cada vez que les da la luz de sus asquerosos rayos.

Que tengo que llegar a un sitio cuanto antes obviamente es mentira, ¿un sábado por la mañana? los únicos planes que tengo los sábados por la mañana son dormir, pero como mi papa me ha levantado para ir al psicólogo ahora no tengo ningún plan. Decido ir a una cafetería a tomar un bollo o algo, lo que sea, y leche con chocolate. Tampoco he desayunado, no había tiempo, y mi estómago grita por algo de comida.Llego en unos diez minutos, he pasado unas cuantas cafeterías pero como no me decidía con ninguna he terminado en la misma de siempre, pequeña y acogedora. 

Entro y me quito la gorra y las gafas y voy directa a la camarera a pedirle un donut y leche con chocolate, ella me sonríe y yo la sonrío de vuelta. Tiene la piel oscura y unos 40 años de edad, pero aparenta menos, es todo sonrisas y amabilidad, por eso también me gusta esta cafetería. Pronto tiene mi pedido, lo cojo y me siento en una mesa solitaria cerca de la ventana para ver pasar a la gente y sus tan ajetreadas vidas.Muerdo mi donut y por la periferia de mis ojos veo que entra una familia a la cafetería que hace su pedido y se sienta en una mesa alejada de la mía, pero cerca de todos modos ya que el sitio es pequeño. 

En realidad en lo que me fijo es en la persona que entra después.

En realidad solo me fijo en sus ojos verdes. 

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